“Para apreciar mi obra no hay que ser entendido, simplemente enamora”
Antonio Marco es un enamorado del arte que hace años decidió que su verdadera vocación fuera su medio de vida. Apoyado desde siempre por su familia, viajó a Guadalest donde comenzó su andadura abriendo un museo, que ante el éxito cosechado tuvo que ampliar y abrir otro espacio en el pueblo de Polop de La Marina. Con las ideas muy claras y la sabiduría que aporta la experiencia y los años, el artista de Requena hace balance de su carrera y recuerda con añoranza esos comienzos que no siempre fueron fáciles. Preocupado por crearse un patrimonio para poder tener una calidad de vida, Antonio Marco abrió el museo de Guadalest en 1982, y a día de hoy sigue con sus ilusiones intactas, dejando claro que su obra no supone para él una obligación, sino un juego al que juega desde pequeño y que desde siempre ha entendido como un valor innato.
¿Cómo definiría su obra y a usted como artista?
A mi mismo me califico como artista, artesano, miniaturista y coleccionista. Esto último quiero dejarlo claro, ya que ninguna de mis obras está a la venta. Todas y cada una de mis creaciones se exponen en los museos para que los visitantes disfruten de ellas. En cuanto a mi obra, se trata de un trabajo totalmente vocacional que nace desde mi condición de creyente. Es el origen, tener mi propio Belén dio inicio a todo lo demás. La piedra filosofal de mi trabajo es la fe.
¿Qué particularidades tiene su obra con respecto a otras?
Hoy en día hay muchos artistas reconocidos a nivel internacional, en esta disciplina y en otras bastante parecidas. La diferencia es que sus trabajos no pueden ser interpretados por el público al completo, cosa que con el mio no ocurre. Para apreciar mi arte no hace falta ser entendido en ninguna materia, simplemente sorprende y enamora.
¿Por qué eligió Guadalest para establecer su museo?
Fue un atrevimiento por mi parte, ya que trabajo en el mundo de la cultura sin tener estudios. Mi primera obra la creé con 8 años, inspirándome en la Iglesia del Salvador de Requena, lo que sirvió para que años después hiciera un Belén para exposición, cuyos beneficios iban destinados a Manos Unidas. Ante el éxito, la actividad se convirtió en algo habitual, por lo que la obra fue creciendo y el volumen de la misma empezaba a suponer un problema. Con esta complicada situación me planteo que lo ideal es crear un espacio en el que la gente pueda visitar mi obra y hago un estudio desde Cullera hasta Torrevieja buscando el sitio idóneo. Pese a la importancia y el peso que tiene Benidorm, decido que el emplazamiento ideal es Guadalest, por su belleza natural.
¿A que se debió la expansión con la apertura del museo de Polop?
El espacio de Guadalest de quedó pequeño, desde el punto de vista artesanal. En ese momento me vi obligado a abrir otro espacio, que ya lleva diez años de cara al público. Este museo lo concibo como una puerta abierta para introducir todo lo que no cabe en el primer museo y que me permite exponer mi obra al completo.
Se trata de un local con 700 metros cuadrados de exposición que trata 6 temas diferentes, entre los que se encuentra la religión, mundo agrícola, trenes, edificios emblemáticos de la Comunidad Valenciana…
¿Qué materiales emplea en el desarrollo de sus obras?
Publicito mi trabajo como único en el mundo, también en lo que respecta a las materias que utilizo para llevarlo a cabo. Cualquier maquetista o belenista emplea corcho, cartón, escayola y pintura. No se trata de hacer una crítica, sino de diferenciar. Yo uso piedra, teja, madera, hierro… Cada detalle hecho con el material apropiado y montado pieza a pieza.
Leticia Murilla Perez.
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